lunes, 8 de junio de 2015

La Vocación

El término vocación proviene del latín “vocare” y significa “llamada”. Es la llamada que se hace al ser humano en la vida. Desde el punto de vista cristiano, la vocación es la llamada que Dios hace al ser humano a lo largo de su vida para realizarse plenamente como persona y también como hijo o hija Suyos. De ahí que en la vida toda persona recibe muchas llamadas en su camino y búsqueda hacia la realización plena de su existencia.

Podemos señalar entonces que todo camino que elijamos en el cual nos permita desarrollarnos plenamente como personas es una vocación. Es por ello que también en la vida cotidiana utilizamos este término para referirnos a lo que hacemos o nos dedicamos, como una vocación. Y es muy importante en la profesión u oficio que elijamos para desempeñarnos en la vida, pues sólo quien tiene vocación para algo podrá realizar eso con todo gusto y por ende, le será más fácil el camino hacia su felicidad.

En la etapa juvenil se nos presentan diferentes caminos para elegir, de ahí que tenemos que saber descubrir cuál es nuestra vocación, es decir, a qué nos llama Dios en la vida.

Una vez en plena juventud o inicio de la edad adulta buscamos configurar nuestra vida con una vocación específica o estado de vida mediante el cual buscamos desarrollarnos como personas.

Es por ello que el estudio del tema es de gran importancia para todos pues cada uno-una debe saber elegir y para ello es necesario saber escuchar la llamada que nos indica por dónde debemos caminar, qué es lo que mueve nuestra vida. O de qué manera queremos configurarnos en nuestro caminar.

La Biblia nos presenta diversos pasajes en los cuales Dios llama a muchos hombres y mujeres a realizar una misión, a vivir una vocación y dar una respuesta al llamado que Dios les hace.

También Jesús en el Evangelio nos presenta esta realidad humana desde el seguimiento hacia Dios. Así es el pasaje conocido como “el joven rico” a quien Jesús propone un estado de vida. Veámoslo a continuación:

Lectura bíblica: El joven rico (Marcos 10,17-22)
17 Cuando Jesús salía para irse, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, Le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” 18 Jesús le respondió: “¿Por qué Me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios. 19 Tú sabes los mandamientos: ‘No mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.’”
20 “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud,” dijo el hombre. 21 Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo: “Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; entonces vienes y Me sigues.” 22 Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.

Reflexiona:                                                    
1.      ¿A qué llama Jesús al joven?
2.      ¿Qué le impide responder?

Cuando recibes una llamada en tu celular estás en la libertad de responder a la misma o no. Si optas por no responderte quedará registrada una llamada perdida. También en la vocación hay llamadas perdidas: cuando no respondemos al llamado que se nos hace. Como el caso del joven rico que por ser muy rico, es decir, por estar apegado totalmente a las riquezas u otras cosas de la vida, no es capaz de liberarse de ellas para seguir a Jesús.

Jesús le mira con amor, porque así es la mirada de Dios que nos conoce y que nos ha creado. Nos mira con amor porque quiere que nosotros seamos plenamente felices, que podamos realizarnos como seres humanos en un estilo de vida en el que seamos realmente libres.

Ahora bien, qué llamados nos hace Dios:

La primera llamada que Dios hace al ser humano es la llamada a la Vida. Todos nosotros gozamos de la vida porque Dios nos ha creado, nos ha llamado a la existencia y nuestros padres han respondido por nosotros a esta llamada que debe continuarse en la medida en que cada uno vive su vida plenamente.

Hay también otras llamadas específicas mediante las cuales cada persona elige vivir. Así pues está la vida en soltería que conlleva no sólo vivir solo-sola, sino que esa vida esté al servicio de las demás personas, de forma comprometida con la sociedad y también vivida desde la fe.

La vocación al matrimonio es la unión de dos personas para vivir la vida juntos, para toda la vida, y de la cual surgen, como fruto de esta unión, los hijos.

Otros, hombre y mujeres, se sienten llamados a vivir una vida más dedicada a Dios y al servicio a los demás, mediante una vida en celibato. Ellos y ellas se congregan en órdenes religiosas o en el sacerdocio y desde allí sirven a la Iglesia y a Dios por Ella.

Todas las vocaciones que se elijan deben tender a vivir al servicio de los demás. Es decir, no se puede concebir una vida si no es para servir. Es en el servicio donde se encuentra la plenitud del ser humano. Cada quien está llamado-a a vivirlo en el estilo de vida que elija para sí.

De esta forma, Dios sigue llamando a cada persona para que en libertad elija su forma de vivir y desde allí pueda vivir en unión con Él que ha creado todas las cosas para nuestro bien.

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