El
término vocación proviene del latín “vocare” y significa “llamada”. Es la
llamada que se hace al ser humano en la vida. Desde el punto de vista
cristiano, la vocación es la llamada que Dios hace al ser humano a lo largo de
su vida para realizarse plenamente como persona y también como hijo o hija
Suyos. De ahí que en la vida toda persona recibe muchas llamadas en su camino y
búsqueda hacia la realización plena de su existencia.
Podemos
señalar entonces que todo camino que elijamos en el cual nos permita
desarrollarnos plenamente como personas es una vocación. Es por ello que
también en la vida cotidiana utilizamos este término para referirnos a lo que
hacemos o nos dedicamos, como una vocación. Y es muy importante en la profesión
u oficio que elijamos para desempeñarnos en la vida, pues sólo quien tiene
vocación para algo podrá realizar eso con todo gusto y por ende, le será más
fácil el camino hacia su felicidad.
En la
etapa juvenil se nos presentan diferentes caminos para elegir, de ahí que
tenemos que saber descubrir cuál es nuestra vocación, es decir, a qué nos llama
Dios en la vida.
Una
vez en plena juventud o inicio de la edad adulta buscamos configurar nuestra
vida con una vocación específica o estado de vida mediante el cual buscamos
desarrollarnos como personas.
Es
por ello que el estudio del tema es de gran importancia para todos pues cada
uno-una debe saber elegir y para ello es necesario saber escuchar la llamada
que nos indica por dónde debemos caminar, qué es lo que mueve nuestra vida. O
de qué manera queremos configurarnos en nuestro caminar.
La
Biblia nos presenta diversos pasajes en los cuales Dios llama a muchos hombres
y mujeres a realizar una misión, a vivir una vocación y dar una respuesta al
llamado que Dios les hace.
También
Jesús en el Evangelio nos presenta esta realidad humana desde el seguimiento
hacia Dios. Así es el pasaje conocido como “el joven rico” a quien Jesús
propone un estado de vida. Veámoslo a continuación:
Lectura
bíblica: El joven rico (Marcos 10,17-22)
17 Cuando Jesús salía para irse, vino uno corriendo, y
arrodillándose delante de Él, Le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para
heredar la vida eterna?” 18 Jesús le respondió: “¿Por qué Me llamas
bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios. 19 Tú sabes los
mandamientos: ‘No mates, no cometas adulterio, no hurtes, no des falso
testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre.’”
20 “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi
juventud,” dijo el hombre. 21 Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo:
“Una cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; entonces vienes y Me sigues.” 22 Pero él,
afligido por estas palabras, se fue triste, porque era dueño de muchos bienes.
Reflexiona:
1.
¿A
qué llama Jesús al joven?
2.
¿Qué le
impide responder?
Cuando
recibes una llamada en tu celular estás en la libertad de responder a la misma
o no. Si optas por no responderte quedará registrada una llamada perdida.
También en la vocación hay llamadas
perdidas: cuando no respondemos al llamado que se nos hace. Como el caso
del joven rico que por ser muy rico, es decir, por estar apegado totalmente a
las riquezas u otras cosas de la vida, no es capaz de liberarse de ellas para
seguir a Jesús.
Jesús
le mira con amor, porque así es la mirada de Dios que nos conoce y que nos ha
creado. Nos mira con amor porque quiere que nosotros seamos plenamente felices,
que podamos realizarnos como seres humanos en un estilo de vida en el que
seamos realmente libres.
Ahora bien, qué llamados nos hace Dios:
La
primera llamada que Dios hace al ser humano es la llamada a la Vida. Todos
nosotros gozamos de la vida porque Dios nos ha creado, nos ha llamado a la
existencia y nuestros padres han respondido por nosotros a esta llamada que
debe continuarse en la medida en que cada uno vive su vida plenamente.
Hay
también otras llamadas específicas mediante las cuales cada persona elige
vivir. Así pues está la vida en soltería que conlleva no sólo vivir solo-sola,
sino que esa vida esté al servicio de las demás personas, de forma comprometida
con la sociedad y también vivida desde la fe.
La
vocación al matrimonio es la unión de dos personas para vivir la vida juntos,
para toda la vida, y de la cual surgen, como fruto de esta unión, los hijos.
Otros,
hombre y mujeres, se sienten llamados a vivir una vida más dedicada a Dios y al
servicio a los demás, mediante una vida en celibato. Ellos y ellas se congregan
en órdenes religiosas o en el sacerdocio y desde allí sirven a la Iglesia y a
Dios por Ella.
Todas
las vocaciones que se elijan deben tender a vivir al servicio de los demás. Es
decir, no se puede concebir una vida si no es para servir. Es en el servicio
donde se encuentra la plenitud del ser humano. Cada quien está llamado-a a
vivirlo en el estilo de vida que elija para sí.
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